Chile se ha consolidado como uno de los destinos sudamericanos más buscados por quienes viajan desde Mato Grosso do Sul. Con paisajes que incluyen la Cordillera de los Andes, playas, el Desierto de Atacama y la Patagonia, el país ocupa el segundo lugar entre los destinos más elegidos por brasileños en América del Sur, solo detrás de Argentina.
Santiago, la capital chilena, alberga más de 6 millones de personas, el doble de la población de Mato Grosso do Sul. Aunque no es una de las ciudades más grandes del mundo, enfrenta desafíos urbanos similares, como la inseguridad derivada de las desigualdades sociales.
En términos generales, Santiago es más segura que muchas capitales brasileñas, incluida Campo Grande. Sin embargo, en zonas concurridas es fundamental prestar atención a objetos personales. En el centro histórico, por ejemplo, los robos a plena luz del día son frecuentes. Es recomendable proteger mochilas, teléfonos y bolsos, especialmente en áreas muy transitadas o mal iluminadas por la noche.
Entre los puntos turísticos visitados están el Palacio de La Moneda, la Catedral de Santiago (inaugurada en 1748) y el Cerro Santa Lucía, con 629 metros de altitud. También destaca el mirador Sky Costanera, ubicado en Providencia, que ofrece una vista panorámica desde 300 metros de altura. Todo el recorrido, que comenzó a las 10h y terminó después de las 18h, fue tranquilo y sin incidentes.
Una guía turística brasileña residente en Chile recomienda no caminar con el teléfono en la mano por el centro ni hospedarse allí. Sugiere como alternativas más seguras los barrios de Las Condes, Providencia y Vitacura, que además de seguridad, ofrecen buena infraestructura, restaurantes, bares, supermercados, cafés, centros comerciales y acceso al metro. Incluso es posible caminar por la noche en estas zonas, especialmente en verano, cuando oscurece después de las 21h.
También se aconseja evitar el uso de taxis, ya que muchos turistas son víctimas de estafas. En el metro, no se debe usar mochilas en la espalda si se cargan objetos de valor.
Al llegar al aeropuerto, hay que estar atentos a un golpe común: falsos taxistas que se hacen pasar por choferes oficiales y cobran el doble del precio acordado, alegando que el transporte contratado por el turista no llegará.
Autor: Jerome Rutland